Una "diosa viviente"
En Nepal, donde la mayoría de la población es hinduista, hay miles de divinidades como las Kumaris, elegidas por cumplir los "32 atributos de la perfección" y reverenciadas como diosas vírgenes hasta que les llega la primera menstruación.
Según una tradición que data del siglo XVII y que hunde sus raíces mucho más atrás en el tiempo, así se conoce a las niñas que son seleccionadas con entre dos y cuatro años al creerse que son la reencarnación de la diosa Taleju, una de las miles de divinidades que son adoradas en este reino hinduista.
Para elegir a la diosa viviente, que debe pertenecer a la etnia Newar que habita en el valle de Katmandú, ésta ha de formar parte de la casta de plateros y herreros y cumplir los 32 “atributos de la perfección”. Entre ellos, destacan una salud de hierro, el signo de su horóscopo, dientes perfectos, cabello muy moreno, un cuello como una caracola, unas pestañas como una vaca, un cuerpo como una higuera, unos muslos de ciervo, un pecho de león y la voz dulce y clara de un pato.
Pero lo más importante es que no tenga miedo a la oscuridad para superar sin titubear la fiesta del Dashai, una “noche negra” en la que debe permanecer en el templo de Taleju mientras se sacrifican 108 búfalos y cabras.
Si, además, reconoce los efectos personales de la anterior diosa virgen, no cabe duda de que Taleju se ha reencarnado en la niña, que a partir de ese momento es venerada tanto por hinduistas como por budistas no tibetanos. Vestida de rojo, con el pelo recogido en un moño y profusamente maquillada con un tercer ojo pintado, se ve obligada a asistir a numerosos festivales religiosos para recibir la adoración de sus fieles, que tocan su pie con la frente.
Aunque en Nepal hay varias diosas vivientes, la más importante es la Kumari Real, que vive recluida en el Templo de Taleju y apenas ve a su familia hasta que, con la llegada de la primera menstruación, pierde su condición divina.
Cuando llega la primera menstruación la Kumari se ve obligada a dejar el Templo y volver al estilo de vida habitual, eso sí recibirá una pensión mensual de unos 60 euros que el Gobierno destina a las Kumaris.
Se dice que las kumaris, después de salir del templo, tienen muchos problemas para encontrar un marido, pues la leyenda dice que el hombre que se case con una de ellas morirá joven.
Y es que la vida de una diosa viviente no es tan fácil como parece, y menos en un país con tantas divinidades y tanta competencia como Nepal.
dimecres, de juliol 08, 2009
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